Aquella tarde, en el ala oeste del desvencijado hotel nigeriano, el coñac y más coñac (sin g gabacha) puesto por el negro zumbón y la ablación del cabrón ancestro islámico, nos dejaron a IMHAWLA y a mí mirando copular a las abejas sobre las buganvillas, dándonos codazos; pero ni por ésas...; el amanecer nos cazó vírgenes.