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miércoles, abril 14, 2010

LLUVIA Y NADA

Lluvia infame; no hubieras resbalado por la tarde de no ser por el viento encabronado y sin Norte.

Turba sin otra ocurrencia que posarte sobre la corteza de abedules y copas de hayedos; insolente como el barro del charco pisado por la rueda trasera izquierda del bus 41; cabronazo de bus que, además de pringar la pernera jovial y ajustada del pantalón, silenció el lamento del jubilado.

La tala del progreso despejó el horizonte, se jodió la turba y se inició el entierro de la tarde; luego vino el de la noche y todo acabó con el de la madrugada.

Hijo de puta, habla; haz rimar a la turba con lo que te conturba.

Más locuaz hubiera sido aquel atardecer, de no haberse interpuesto el ciego taciturno en aquella esquina; la que el sol quiso y no pudo doblar antes de enfilar el Oeste, en recta inclinada.

O la noche, si su farmacia centinela no se hubiera pertrechado de placebos y condones en envases de doce unidades y hubiera descontado el IVA y regalado Procaz efervescente y no hubiera parado allí aquel taxi lleno de solípedos y circunloquios anodinos.

Dentro de la investidura, la que rodea la nalga manzanoide, pudiera hallarse el prototipo a endilgar en las próximas elecciones...decía un psicópata que pasaba...

Robustos depósitos de valores, unidades de destino y changue/exchange...¡sublevaos!

Por ejemplo, contra la NADA.

La NADA, sí, ese final de la fachada del edificio NEOCLÁSICO, o NEOHERRERIANO, la última línea borde donde acaba la lluvia gris dejando nichos redondos.

Y sí, la que hecha línea monótona, asida a la fachada neoclásica, como es domingo, sus 4 horas de tarde primaverada, resbala descendente por esa vertical pétrea, dura, gris...¡APÁTICA!...y muere en la línea, destino borde y final del esplendoroso inmueble REHABILITADO.

NICHOS3

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